De Ecocidio y el compromiso frente a la naturaleza
En estos días ha comenzado a saborearse en el argot de los promotores de la protección del medio ambiente el término ecocidio para referirse a los crímenes contra el medio ambiente. Si analizamos su significado ecocidio se refiere a la destrucción y el daño masivo o sistemático de un ecosistema.
En la mayoría de los casos, dicho deterioro es total y pone en riesgo la vida de cualquier especie viviente que se encuentre en el lugar. Y qué bueno que se ha comenzado a acuñar el término y ojalá que este sea inspirador de sanciones drásticas que vayan más allá de la simple repulsa social o de la colocación de multas tímidas que más que castigar con drasticidad el delito, deja en el mundo de los infractores, la idea de que todo se resuelve con dinero.
El ecocidio es una forma de matar a muchos al mismo tiempo. Decimos a muchos porque no es sólo la destrucción de los seres vivos (plantas, animales, aves…) sino también la destrucción paulatina del propio ser humano. Cuando se lanzan desechos tóxicos a las aguas (ríos y mar) se mata, casi de forma inmediata a las especies que viven en estos hábitats, pero poco a poco también se mata a los seres humanos porque todo es integral.
Enfermedades gastrointestinales, de la piel, de la vista, ginecológicos y otros son apenas una parte de las consecuencias de este tipo de daños que se cometen contra la naturaleza. Esos daños muchas veces pasan por desapercibidos y no se asocian a las infracciones que se cometen contra nuestros recursos naturales si se analiza con profundidad y detenimiento estas situaciones. De modo pues, que si se quiere comenzar a castigar el ecocidio hay mucha tela por donde cortar.