lunes, noviembre 25, 2024
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Tomo la palabra


Presidentes y ministros prueban soledad del poder
Danilo Cruz Pichardo


Son pocos los que llegan a ostentar cargos relevantes que se enteran del carácter
circunstancial de su poder, porque la gran mayoría se embriaga y cambia de
residencia, de número telefónico y se deshace de los amigos de toda la vida por
adulones. Algunos cambian, inclusive, a su compañera de décadas por una hermosa
joven de inmensa distancia contemporánea. Sentirse en una especie de paraíso y
aborrecer su pasado es propio de personas de mente estrecha, sin necesariamente
estar loca.

No hay quien le hable de ron, locrio de arenque, bañarse en un río y echar una siesta
en una hamaca en un patio; ahora toma whisky extranjero del más caro, come caviar y
descansa en villas. Elevar su nivel de vida, sin embargo, no es nada condenable, en la
medida en que sea con recursos propios, lo reprochable es el delirio de persecución
que se crean a sí mismo, al andar siempre escoltado de manera innecesaria. Se trata,
sencillamente, de sentirse “grande”.

El tiempo avanza, el período electoral se aproxima y su partido pierde las elecciones.
Le hacen auditorías y los resultados arrojan un desfalco multimillonario, además de
estar involucrado en un entramado mafioso. Viene el escándalo judicial y le dictan,
empezando el proceso, 18 meses como medida de coerción y lo envían a Najayo
Hombre. En cuestión de meses envejece diez años, el estado anímico se va al piso, no
se afeita ni se da el tinte, salen a relucir enfermedades que no conocía, los nuevos
amigos (adulones) desaparecen y la mujer joven y estrecha, que le fingió “amor
eterno,” lo abandona.

Dijo Honoré Balzac: “La caída de un gran hombre está siempre en relación a la altura a
la que ha llegado”. No es lo mismo que cancelen a un empleado, con sueldo mínimo,
que destituir a un ministro y que para colmo sea objeto de una persecución judicial y
termine en la cárcel. Es como pasar del edén (el paraíso) al infierno.

La soledad del poder es materia de psiquiatría. Se especula mucho sobre las causas
del suicidio de don Antonio Guzmán, pero es innegablemente que ese gran presidente
atravesó por episodios de depresión, al saber que tenía los días contados en Palacio
Presidencial, que muchos de sus colaboradores estuvieron coqueteando con Jorge
Blanco, que él y su familia podría ser objeto de persecución, que los militares, los
mismos que hacían saludo militar cayendo en la ridiculez, que le juraron lealtad, se
alejaron y que solo lo visitaba un puñado de amigos.