Algo más que palabras

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Protecciones que necesitamos

Víctor Corcoba Herrero

corcoba@telefonica.net     

En una época enfermiza, recargada por una crisis sobre otra crisis, necesitamos marcar prioridades para detener los tormentos. Quizás la primera protección deba ser, la de preservarnos del aislamiento social. Esto nos exige, de manera innata, el volvernos próximos con el prójimo.

En definitiva, ser más colaboradores y cooperantes entre sí, disponibles y solidarios. Téngase en cuenta que nadie vive por sí mismo. Sea como fuere, estamos carentes de abrazos, de recibir una sonrisa o un acompañamiento en el dolor, lo que nos demanda reagruparnos en nuestras miradas, para sentir el fuego de las entretelas en las pupilas del alma.

Las emergencias continuas, unidas a las riadas de refugiados que huyen de guerras o de cambios climáticos, recuerdan lo sustancial que es hallar a alguien que te tienda la mano y te done su tiempo, o que te haga sentir en familia con la simple escucha. Desde luego, cada contienda es una humillación a nuestro propio espíritu sistémico, al inviolable derecho de los pueblos a la paz. Si acaso, pongamos la imaginación a buen recaudo y, de este modo, inspirarnos como poetas en guardia.

El subsiguiente amparo del que nos tenemos que resguardar, es el de los desastres circunstanciales. Las modificaciones ambientales, totalmente irrespetuosas en multitud de ocasiones con la naturaleza, han multiplicado los eventos atmosféricos extremos, con efectos trágicos para los moradores. Todo parece indicar que el planeta tiembla enfurecido y también muestra su rostro cruel, aplastando consigo a sus inhumanos destructores, que al final somos todos.

Debiéramos entender más pronto que tarde la situación; pues hemos sido llamados a proteger el mundo, no a devastarlo, y sí a cuidar nuestra propia atmósfera. Seguramente, tendremos que formar las conciencias para que los bienes comunes, dejen de ser derrochados, abandonados o sean solo para beneficio de unos privilegiados. No hay mejor intercesión, sin duda, que aprender a custodiar lo que se nos ha entregado. Por consiguiente, pedimos ese apoyo psicosocial de cercanía entre corazones, con rincones acogedores y lugares seguros, al menos para poder descansar y hacer camino. Tal vez a caminar por este cosmos, se aprenda amando a todos los seres humanos bajo este cielo. Será cuestión de ejercitar la misión.