(Elisa Mercedes/Especial para El Tiempo) La sociedad dominicana está asistiendo a un estallido de violencia a niveles pocas veces imaginado en un país como el nuestro, caracterizado por la alegría de su gente y por la sana diversión sin importar, muchas veces, la situación por la que se atraviese.
En las últimas semanas hemos visto cómo ocurren espectaculares atracos y robos millonarios a plena luz del día, hechos violentos en los que mueren una o varias personas, disparos a vehículos, el asesinato al ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, y otros sucesos que despiertan el horror en una sociedad pacífica, tranquila. Excluyendo el caso de Jorge Mera, los residentes aquí queremos creer que se trata de hechos aislados movidos por una creciente actividad delictiva en los barrios más carenciados en los que existe un común denominador: el microtráfico. Sin embargo, sería engañarnos si nos quedamos en esa simple apreciación. Lo cierto es que en la sociedad dominicana se observa un proceso de descomposición cada vez más marcado.
Especialmente después de la pandemia, los niveles de pobreza han aumentado considerablemente en los quintiles más bajos de la población dominicana. Igualmente se percibe un deterioro en la calidad de vida de la gente, lo que se evidencia en su alimentación y condiciones de salud.
El Gobierno ha tomado medidas drásticas para enfrentar la situación, agregando más violencia a la violencia. Se ha olvidado de que la pobreza es la razón de todo y esto sólo puede ser combatido con más oportunidades de desarrollo reales para la juventud.
El microtráfico no tendría tantos protagonistas en los barrios de escasos recursos, si la juventud de 15 años en adelante pudiera ocupar su tiempo en un empleo que le supla de las necesidades básicas. Sería menos la cantidad de jóvenes que se dedicaran a actividades delictivas si el Estado les dotara de capacitación y acompañamiento para que estos puedan crear microempresas, con las cuales mantenerse ellos y sus familiares inmediatos. Serían menos los que delinquen, si la esperanza de mejor calidad de vida se materializa en el barrio.
Ningún joven quisiera verse en la lista de los delincuentes o de los muertos en operativos policiales y esa debe ser la principal inspiración del Gobierno. Todos queremos vivir bien y cuando eso no se propicia desde las instancias del Estado dominicano se le hace un flaco servicio a la sociedad.