FLORIDA. La presencia en Florida del expresidente brasileño Jair Bolsonaro, cuyos seguidores invadieron las principales sedes del poder en Brasilia el domingo, luce incómoda para un Estados Unidos liderado por Joe Biden, cuya promesa es defender la democracia en el mundo.
Durante décadas, Florida ha servido de hogar en el exilio para líderes de la derecha latinoamericana y recientemente en estado adoptivo del expresidente Donald Trump, referente para Bolsonaro y quien, como él, cuestiona los resultados de las elecciones en su país.
Dos años después de que seguidores de Trump asaltaron el Capitolio de Estados Unidos, el 6 de enero de 2021, partidarios de Bolsonaro también invadieron el palacio presidencial en Brasilia, el Congreso y la Corte Suprema, y además exigieron sin éxito una intervención militar para sacar del poder al presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
En respuesta,
Biden ofreció su apoyo «inquebrantable» a la democracia brasileña durante una llamada telefónica e invitó a Lula a la Casa Blanca. Sin embargo, algunos congresistas de izquierda en Estados Unidos y Brasil le piden ir más allá y expulsar a Bolsonaro.
«No se puede permitir que terroristas y fascistas internos usen el libreto de Trump para socavar la democracia. No se le debe dar refugio a Bolsonaro en Florida, donde se esconde de responder por sus delitos», escribió en Twitter el congresista estadounidense Joaquin Castro.
Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Biden, dijo que Estados Unidos «no ha recibido una solicitud oficial» del gobierno brasileño sobre el expresidente Bolsonaro, pero que de ser el caso, la trataría «seriamente».
«La incomodidad es normal, en cierto modo», afirmó Valentina Sader, directora asociada del Centro para América Latina del Atlantic Council. «Lo que pasó en Brasil arrastró a Estados Unidos a la conversación porque el presidente Bolsonaro estaba aquí».