sábado, noviembre 23, 2024
InicioSalud¿Por qué mienten los niños?

¿Por qué mienten los niños?

VERÓN. Lo primero que hay que aclarar sobre este tema es que mentir significa decir lo contrario a lo que creemos, sabemos o pensamos. A partir de este concepto de mentira podemos entender mejor cuando un niño desde su punto de vista o la lógica cognitiva de su edad está o no está mintiendo. Es decir si dice lo contrario a lo que sabe o piensa con intención y premeditación o todavía no entiende bien la diferencia entre fantasía y realidad, verdad o mentira.

Aunque un niño, alrededor de los cinco años, alcanza ciertas condiciones que le permiten discernir un poco la diferencia, todavía la frontera entre lo real y lo fantástico se desdibuja con facilidad, con lo cual pudiera no comprender muy bien que está mintiendo y por tanto no lo estaría haciendo premeditadamente. No tiene la misma lógica emocional o desarrollo cognitivo un niño pequeño que un niño mayor de siete años o la lógica que puede tener un adulto para interpretar la experiencia sin distorsiones o sin hacer cambios involuntarios sobre lo que percibe.

Ejemplo: un niño puede pensar que es capaz de volar como su superhéroe favorito o que Santa y los Reyes existen. Una niña de tres años que rompe sin querer algo, en un principio, ante el miedo a ser castigada, puede decirle a su mamá que lo hizo su mascota y en algún momento llegar a creerlo. Es muy importante sin embargo, entender que los relatos, conductas o síntomas relacionados con abuso sexual infantil manifestados por un niño o niña de cualquier edad, nunca deben tomarse como producto de la fantasía infantil.

Los niños no inventan ni mienten sobre experiencias traumáticas. ¿Por qué mienten los niños? Los niños pueden mentir para protegerse o proteger a su familia, para ser leales a sus padres, por miedo al castigo, para conseguir algo que necesitan o desean y que posiblemente no ha sido escuchado, tomado en cuenta o satisfecho oportunamente. La vivencia de ser acusado de mentir puede ser devastadora para un niño. Con lo cual lo recomendable es que en lugar de juzgarlo de mentiroso, comprendamos las razones que subyacen tras su necesidad de encubrir la verdad.

  • Cuando los niños mienten en lugar de juzgarlos o acusarlos severamente y generar represalias, la intervención saludable consiste en comprender las motivaciones que lo han llevado a mentir.
  • Repensemos la influencia de nuestra interacción sobre ellos, los grados de exigencia, el estilo parental basado en la coacción, los castigos, la expulsión de nuestro territorio emocional cuando hacen algo que no nos gusta y que infunde miedo a las criaturas (cerrar la comunicación, mandarlos a la silla de pensar, quitarles privilegios). Esto puede provocar que nos mientan para librarse de la experiencia que viven desde su punto de vista como estresante, amenazante o maltratante.
  • Observemos nuestra relación con las mentiras, nuestro ejemplo modélico. Cuántas veces les hemos mentido a nuestros hijos, o mentimos a otras personas frente a ellos. Pensamos que los niños no se dan cuenta, pero recordemos que los niños desde muy pequeños a través de diferentes señales tienen una alta capacidad de captar lo que hacemos o lo que sentimos, aún cuando lo tratemos de ocultar.
  • Si nuestro hijo o hija ha mentido intencionalmente podemos acompañar a afrontar su responsabilidad con respeto, empatía, permanencia, compromiso emocional de nuestra parte y sin ejercer represalias. Intentemos primero entender por qué lo ha hecho, cuales fueron sus miedos o necesidades no satisfechas que le llevaron a mentir, reconocerlas, validarlas y acompañarle a enmendar las consecuencias si esto es posible.

Las mentiras, los secretos, la información que se oculta en las familias, se nutre y circula entrelazadamente con el miedo, la culpa, la coacción, la manipulación, la negación, la lucha de poder, el abuso y los mecanismos de sobrevivencia.

La transparencia y la autenticidad se nutren y desarrollan entrelazadamente con el amor incondicional, la empatía, la escucha respetuosa, la conexión, la creación de relaciones basadas en la intimidad emocional, en la confianza para mostrarnos como somos, para expresar lo que sentimos sin miedo. Un clima de confianza y buenos tratos en nuestro ecosistema familiar es indispensable para regular relaciones paritarias, no violentas, permite que surja y se desarrolle orgánicamente la transparencia entre los vínculos. Si te preocupa que tus hijos estén mintiendo demasiado o en cosas importantes, revisa cómo está la salud del ambiente de crianza.