jueves, noviembre 28, 2024
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La llamada ‘sensibilidad psíquica’ de las embarazadas

VERÓN.- El embarazo no es solamente un proceso fisiológico, no es solo una experiencia que afecta a la mujer físicamente sino que también la afecta psicológicamente de forma potente. Es verdad que el cuerpo femenino se transforma para nunca volver a ser el mismo de antes, pero el cerebro, las emociones y la psique de la mujer también cambian para adecuarse a un nuevo y gran propósito que es crear y albergar la vida de seres humanos, en principio muy frágiles, indefensos y dependientes de cuidados, cuya sobrevivencia dependerá de la protección, cuidados y del afecto que la madre es capaz de prodigar.

Por esta razón entre otras, el embarazo se convierten en el período de incremento progresivo de la sensibilidad, quizás más importante en toda la vida de la mujer. La psiquiatra francesa Monique Bydlowski, quien estudió a mujeres embarazadas y madres recientes o puérperas a lo largo de décadas, acuñó este fenómeno con el término transparencia psíquica.

Este incremento importante y progresivo de la sensibilidad emocional y psíquica durante el embarazo conlleva a reconectar con el lugar emocional de la niña que la mujer gestante fue en sus primeros meses-años de vida, durante la etapa anterior a la adquisición del lenguaje en la cual su aprendizaje se inscribió de forma inconsciente formando la base que determinaría su vida posterior en transcendentales aspectos tales como la propia regulación emocional, en cómo se valora a sí misma y cómo valora a los demás, en sus recursos para amar y cuidarse a sí misma y a los demás… Todo esto emerge del inconsciente y empieza a palparse en la consciencia de la mujer durante el embarazo.

Si la infancia ha sido marcada por la satisfacción de sus necesidades primarias (leche, calor, regulación emocional, acceso irrestricto al cuerpo materno…) proyectará a futuro la vida del bebé desde ese lugar disponibilidad, bienestar y seguridad. Cuando el abuso y el abandono emocional han predominado, las memorias inconscientes que afloran en este período de transparencia psíquica pueden derivar en conflictos, miedos, angustia o depresión. Pueden activarse duelos o improntas psicológicas no resueltas, alojadas en un lugar sin tiempo ni orden consciente que comportarán obstáculos para permanecer y vincularse con el bebé. Pueden activarse sensaciones de vulnerabilidad que hacen sentir a la madre gestante incapaz de responsabilizarse de su bebé.

La apertura de este portal de memorias inconscientes infantiles comporta una oportunidad de oro para acompañar a la madre gestante a revisar su infancia a lo largo del embarazo y elaborar los conflictos con su madre, las heridas de abandono, el discurso interno culpógeno y desvalorizante, y acceder a mejores condiciones para vincularse afectivamente con su bebé y prevenir que se desencadenen depresiones en el embarazo o en el postparto. Al revisar la infancia durante el embarazo, la mujer encuentra una buena oportunidad para ordenar en la consciencia su trauma infantil, con lo cual desde dicha consciencia estar mejor capacitada para evitar la repetición de la cadena de abusos que se heredan de padres a hijos.

Al darnos cuenta de lo que nos pasó cuando éramos niñas, podemos tratar mejor a nuestros hijos e hijas, empatizar mejor con ellos. Estaremos mejor equipadas con recursos emocionales para darnos cuenta de las estrategias defensivas de negación, represión o desconexión que nos llevan a repetir los malos tratos y provocar trauma infantil a las criaturas a nuestro cargo.

Siempre insisto en la importancia de entender que el desarrollo de el desarrollo de la salud de los bebés en gestación o durante sus primeros años de vida, se relaciona estrechamente con la salud mental y física de la madre. El concepto de díada madre-bebé lo expresa claramente. Aún cuando se trate de un vínculo de carácter biológico, psicológico y emocional entre dos personas, este vínculo al mismo tiempo constituye una unidad. Lo que afecta a la madre desde el vientre y durante los primeros años de vida afecta directamente al bebé y viceversa.

De allí el deber que tenemos todos, seamos o no madres y padres, de cuidar y proteger la salud mental y física de la mujer que gesta y que cría, sostenerla, apoyarla y cuidarla siempre privilegiando el vínculo único e insustituible de exclusividad diádica.