Punta Cana. – La muerte de un joven en Cotuí tras tomar por rehenes a una madre con su niño, ha generado una y mil opiniones. He visto que se ha vilipendiado al coronel de Investigaciones Criminales de la Policía que disparó y mató a aquel individuo.
Antes de este desenlace, el joven armado con una pistola habló bastante, y una periodista cotuisana transmitió por Facebook live los momentos de tensión vividos en aquella humilde vivienda.
Sus palabras conmovieron a mucha gente, porque denotaban frustración, amargura, rabia, tristeza y arrepentimiento. Por eso hoy miles de comentarios a favor de que no debieron matarlo, y muchas más expresiones fustigando la actuación del coronel.
Por la relevancia que adquirió este episodio comparto mi mirada sobre lo acontecido, en diez puntos que planteo a modo de posibles escenarios en función de los distintos momentos que precedieron a ese lamentable suceso.
1-El hecho objetivo, irrefutable, es que el joven estaba en conflicto con la ley e intentó evadir la persecución policial. Por eso se atrincheró con una pistola presta para disparar, como en efecto confesó que lo había hecho momentos antes de meterse en la casa donde lo mataron.
2-Basta un conocimiento ínfimo de manejo de armas de fuego, como para saber que una pistola sobada es peligrosa aunque no se materialice ningún disparo. Y lo es más aun en manos de alguien que ha cometido delitos, con experiencia en el uso de armas de fuego y que ya las haya utilizado para agredir a otras personas.
2-El joven no murió de esa forma por el secuestro de la madre y su bebé como tal. El secuestro es un tipo penal que tiene sus propias características, y una de ellas es pedir a cambio dinero o cualquier cosa que implique valor para el secuestrador. Y ese no era el objetivo del joven.
3-Aunque no se concretice el disparo, apuntar a alguien con un arma cargada es ya de por sí un delito mayor, porque entre esa amenaza real y la materialización de un homicidio la línea es muy delgada. Y el joven no solo apuntó a una madre angustiada, sino también a un inocente que por ratos lloraba sin saber qué pasaba a su alrededor.
4-El joven tuvo tiempo más que suficiente para evitar su final fatal, no sólo a juzgar por todo el tiempo transcurrido dentro de la vivienda, sino que pudo hacerlo desde el primer momento en que supo era perseguido por una patrulla policial. Pero no lo hizo.
5-Decir ahora que el joven tenía intenciones de entregarse, cae en el campo de la especulación, por lo explicado en el punto 4. Y es que cientos de miles de personas pudieron ver y escuchar a la periodista suplicarle su entrega pacifica, y las gestiones persuasivas del coronel vestido de padre para que soltara el arma y se pusiera en manos de la Policía. Y no lo hizo.
6-El joven en ningún momento dejó de apuntar a la madre y a su cría atemorizada. Repito, era una pistola cargada en manos de un hombre en conflicto con la lay, confundido y acorralado.
7-Si hasta por descuido la pistola cargada, apuntando a cortísima distancia y de forma persistente, se hubiese disparado y le destroza la cabeza al niño o a su madre, aunque el coronel vestido de padre disparara luego contra el joven armado, el crimen cometido era ya hecho irreversible. Luego vendrían lamentos, culpas y cuestionamientos, que nunca han revivido ni revivirán muertos.
8-Si de forma accidental o deliberada el joven armado hubiese matado al niño o a la madre, aun el coronel matando al joven armado, la sensibilidad y solidaridad expresadas y dirigidas al sujeto armado, hoy se hubiesen volcado hacia las víctimas.
9-De ocurrir los puntos 7 y 8, de igual modo el coronel vestido de cura sería objeto de críticas inmisericordes, porque todos nos estuviéramos preguntando por qué esperó ese desenlace y no disparó antes al sujeto armado que nunca quiso entregarse en buena lid.
10-Los que cuestionan el procedimiento policial en este caso deben saber que ese coronel no actuó a la ligera (ver de nuevo el punto 5). No era el guion de una película con final predecible. Fue un hecho real, que puso en peligro vidas inocentes. Y este recordatorio vale también para quienes incluso entienden (desde la comodidad de un teclado, emisora de radio o canal televisivo) que el coronel debió desarmar a un tipo que nunca bajó la guardia en su afán de mantener cautivos a una madre con su hijo, y para colmo en su propia morada.
En resumen, mi lectura de este hecho es que no entra en contexto categorizar la actuación del coronel como un exceso policial y mucho menos un manejo incorrecto de la situación.
Al final de cuentas, lo del coronel era la crucifixión, frente a una opinión pública previamente sensibilizada por las expresiones del joven, que siempre dijo que su intención no era hacerle daño a nadie, aunque nunca supimos (y quizás no sabremos) qué era lo que realmente quería y por qué no se entregó vivo a las autoridades.