Punta Cana.- Aunque a muchas personas cada tema vinculado a la covid-19 les resulte aburrido, repetitivo e insoportable, por el largo tiempo que los medios de comunicación dedican a los relatos de esta crisis sanitaria, lo cierto es que todavía queda bastante por decir al respecto.
Los países afectados por esta enfermedad batallan para frenar su mortífero avance. Unos, con altas cifras de ciudadanos enfermos, y otros tantos enterrando a parientes o amigos que cayeron vencidos por los efectos letales de este virus poderoso.
La comunidad científica intenta ponerse de acuerdo sobre cuál vacuna es la más apropiada para el covid-19. Las naciones más ricas tienen en este cometido una cuota importante, pero la verdad indiscutible es que en torno a estos esfuerzos no hay nada definido de forma consensuada.
Es por esta razón que el consejo recurrente (el que molesta a quienes no quieren escuchar más el sustantivo pandemia) es mantener el distanciamiento físico entre personas, evitar tertulias y utilizar mascarillas donde se entienda necesario.
Hubo naciones donde la gente igual protestaba por el confinamiento, y sus autoridades cedieron a presiones declarando el fin de esta medida. Como consecuencia, hubo rebrotes alarman- tes de contagios con millares de muertes incluidas, y volvieron casi a cero en la lucha contra el covid-19.
República Dominicana había dado pasos de avances impor- tantes, pero el Gobierno, a través del Ministerio de Salud Pública, ahora nos dice a modo de adver- tencia que la tasa de positividad ha crecido, y que de no ceñirnos a las reglas establecidas podríamos retroceder en esta guerra anti covid-19.
Durante estos días de celebración navideña los parranderos sin control suelen perder el buen juicio. Y son estos individuos los que en medio de esta pandemia representan un gran peligro, porque recogen y propagan esta enfermedad de manera irresponsable.
Nuestras autoridades hacen lo que pueden para hacerles entender a los testarudos que esta situación no es juego de niños, que el covid-19 enferma y mata sin piedad.
Pero hay una vía de escape que no depende del Gobierno: la desobediencia e ignorancia desbordadas de ciudadanos que insisten en desafiar el po- der demoledor de esta enfer- medad.