La muerte del presidente Jovenel Moïse alteró la agenda mundial, por tratarse de un hecho de sangre reprochable que estremeció a todo el pueblo haitiano. Las investigaciones apuntan a establecer razones y responsabilidades de su muerte atroz, en un ambiente caleado que también avizora un panorama complicado de confrontaciones entre fuerzas políticas que se disputan el poder.
Moïse, un próspero empresario productor de bananas que quiso cambiar el rostro a un Haití agobiado por problemas ancestrales y estrucurales, terminó su incipiente carrera política de manera trágica e inmerecida. El presidente haitiano había denunciado con evidente perturbación que sectores poderosos atentaban no solo contra la estabilidad y el orden constitucional de su país, sino igualmente contra su integridad física. Sus graves y reiteradas denuncias de conspiración se perdieron como gotas de agua en el mar.
Pocos líderes mundiales centraron su atención en la preocupación hecha pública del jefe de Estado haitiano. Las circunstancias lo forzaron, pues, a idear sus propios métodos para terminar aquella angustiosa administración de Gobierno, aun consciente de los riesgos a los cuales se exponía. Entonces prefirió gobernar por decreto y afrontar las consecuencias que generaban cada acción o decisión, incluso el cerco de gente clave de su gabinete que no vacilaba en hacerle la vida imposible.
Haití se sumerge así en otra de sus interminables crisis políticas, un escenario sombrío al que se agrega el gran reto de organizar un proceso electoral programado para el 26 de septiembre. Irónicamente, la comunidad internacional intenta ahora ser solidaria para poner su grano de arena en un conflicto en el que, aunque siempre estuvo muy bien enterada, hizo muy poco para ayudar.
La mano amiga que en innumerables ocasiones suplicó Jovenel en medio del infierno de sus días como presidente, como por arte de magia, se hizo presente cuando su cuerpo recibió 12 impactos de bala mortales que irrumpieron la intimidad familiar del mandatario.
El Gobierno dominicano, además de reforzar nuestras fronteras, ha ofrecido colaboración a las autoridades en estos momentos dificiles. Hizo bien. Haití merece una mejor suer- te, pero el apoyo debe ser sincero y permanente. No coyuntural ni para provechoso de intereses particulares.