Café claro: Lo ineficiente que hemos sido
Nancy González | ngonzalez@editorabavaro.com
La pandemia del coronavirus COVID-19 nos ha echado en cara lo ineficiente que somos en materia educativa. Para añadirle un agravante, también nos ha enseñado cómo un derecho tan básico es impartido en completa desigualdad de condiciones.
En esos términos, sin ánimos de descalificar los logros educativos, debo ser directa, República Dominicana lamentablemente no está preparada para impartir clases virtuales.
Primero, porque hasta hace poco fue que se empezó la necesaria actitud de eliminar de las nóminas a personas que no ejercían una labor educativa. Entre esos, maestros quienes supuestamente figuraban en un plantel y que trabajan en otro.
Segundo, dicho lo anterior, se comprenderá que en un país donde exista una problemática tan simple, las consecuencias para el alumnado son funestas. Estamos hablando de estudiantes con lagunas de aprendizaje enormes, porque no disponían de un maestro capacitado para enseñar en los niveles que se requería, y aún el tema sigue siendo espinoso.
Luego nos alarmamos porque sacamos bajas calificaciones en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE (PISA). Esto por no decir vergonzosas, tratándose de una nación que según el Banco Central ha tenido un crecimiento sostenido de hasta un 5.1%.
La tercera razón del por qué no estamos preparados, es porque nos estuvieron vendiendo la ejecución de una «República Digital» desde hace 4 años, que habría costado unos 20 mil millones de pesos, y hasta el sol de hoy todavía hay lugares recónditos donde no hay ni un solo dispositivo electrónico, y mucho menos la tan anhelada conectividad.
Cuarto, por favor seamos honestos. Lograr en dos meses lo que «no se pudo» en 4 años es iluso. El mismo presidente del Instituto Dominicano de Telecomunicaciones (Indotel), Nelson Arroyo, reconoció que en nuestro país no tenemos las condiciones necesarias para implementar la educación virtual en todos sus aspectos. De manera que se deberá recurrir a la televisión y la radio como alternativa preliminar.
Quinto, no se concretó un plan supervisado por el ex ministro de Educación, Antonio Peña Mirabal, y el nuevo incumbente en este puesto, Roberto Fulcar, no lo denunció sino hasta asumir dicha posición, y eso es grave.
Sexto, ¿dónde están las calificaciones de los estudiantes? ¿Cuál fue el proceso de evaluación para determinar que un alumno en las condiciones actuales pasó de curso?
Los niños y niñas de los bateyes, campos y otros espacios donde por más increíble que parezca, no hay un televisor o radio… ¿Cómo pasaron de curso? ¿Cuál fue el método para implementar las «clases a distancia»? ¿Los pasarán a todos hacia un nivel escolar mayor, sin probablemente haber asimilado bien los conocimientos del anterior?
Estas son algunas de las dudas que hoy embargan a la población dominicana y todavía no hay respuestas claras.
Obviamente, lejos de todo lo expuesto, no todo es malo. Hay que felicitar a los maestros que según sus posibilidades han realizado lo que les corresponde. Ahora bien, no podemos tapar el sol con un dedo.