Gobernadoras de Hato Mayor y El Seibo echan lodo a promesas de Abinader sobre empleos 

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PUNTA CANA. Una de las principales promesas de Luis Abinader antes de ser presidente, fue que luego de que asumiera la administración del Estado no pasarían la “aplanadora”, en franca referencia a que no entraría en la vieja práctica de sacar de sus pues- tos de trabajo a quienes no pertenezcan al partido que gobierna. 

En cierto modo, Abinader ha intentado ser coherente con esas palabras. Y también con la advertencia de que en su gobierno no tendría a nadie que cobre sin trabajar. 

Más aún. A los peledeistas que fueron desvinculados, Luis Abinader dispuso que se revisaran sus casos, para que quienes realmente desempeñaban funciones necesarias para la operatividad del Estado, fueran reintegrados. 

En sus promesas de campaña electoral, el primer mandatario dijo que mantendrían en sus empleos a quienes justifiquen sus salarios, “aun sean peledeistas”. Sin embargo, ese nuevo modelo de gestión en la administración de la cosa pública parece importarles un bledo a las gobernadoras de Hato Mayor y El Seibo, dos provincias vecinas del Este del país, quienes se hicieron famosas por practicar un estilo gerencial más propio de la era cavernaria. 

DOS CASOS, DOS ARBITRARIEDADES 

La gobernadora de Hato Mayor, la señora Julia Mary Vásquez, nunca antes había ocupado espacios importantes en los medios de comunicación. Pero hace apenas una semana lo logró. Y de qué manera. Veamos por qué. Pues, esta servidora solicitó a la dirección del Distrito Educativo 05-05, del municipio de Sabana de la Mar, el lista- do de todos los empleados que ganan el sustento de sus familias en esta dependencia del Ministerio de Educación. 

¿Para qué? La respuesta es simple: para depurar esa base de datos del personal y sacar de sus puestos de trabajo a quienes no sean del partido de gobierno, el Revolucionario Moderno (PRM). 

Sin rubor ni arrepentimientos, la gobernadora Vásquez admitió campante y sonante un comportamiento que no solo disiente de los lineamientos de su jefe superior, el presidente de la República, sino que traslada la praxis política a los tiempos en que las persecuciones por razones ideológicas estaban a la orden del día. 

Ella dijo que no hacía nada que no le corresponda hacer. Y hasta un poco más: “Tenemos todas las bases (militantes y simpatizantes perremeistas) fuera del Gobierno demandando empleos. La mayoría del personal administrativo de ese Distrito que solicité, es de la gestión pasada. Necesitamos tener los datos, para por lo menos poder discriminar y ver dónde se pueden colocar a algunos de los compañeros. Esa fue la intención”, explicó. 

Más claro de ahí, ni agua de manantial. 

EN EL SEIBO TAMBIÉN 

Con igual determinación que su colega de Hato Mayor, la gobernadora de El Seibo, Irene Martínez, ha iniciado una especie de cruzada contra la joven Bethania Leonardo Febles, para que esta profesional no ocupe un espacio laboral en el hospital Teófilo Hernández de esa localidad. 

Martínez no quiere que nombren a Leonardo Febles porque ella no es del partido que ganó las elecciones el 5 de julio del 2020. “Con responsabilidad fui y hablé con la joven, (Leonardo Febles), y le dije que la posición debe ser para un perremeísta que hizo todo el trabajo de salir en caravanas y a inscribir a las personas en el partido”, manifestó la funcionaria. 

El aderezo de su estrambótico argumento fue igual de desconcertante: Si se están abriendo los espacios para nombramientos, deben ser para nosotros, los perremeístas, y esto lo hago con responsabilidad”, remachó Martínez. 

Todo esto lo dijo Martínez en un video puesto a circular por las redes sociales, y donde insinúa que poco le importa que lo difundieran por donde sea. Dijo que el video lo pueden propagar y difundir por donde quieran. 

Así las cosas. El único pecado de Bethania para no tener un empleo en el gobierno que Luis Abinader quiere sea diferente, sin cacerías de brujas ni exclusiones de ningún tipo, es que no tiene un carnet del partido, como lo pedía el dictador Rafael Leónidas Trujillo para no atropellar (o en el peor de los casos matar) a sus correligionarios.