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ESTADOS UNIDOS. El presidente Joe Biden ha comenzado su segundo año en el cargo arremetiendo contra los republicanos. Está adoptando nuevos y contundentes ataques con el objetivo de definir una elección para los votantes entre los demócratas de Biden y un Partido Republicano que sigue bajo el control del expresidente Donald Trump.


El tono brusco se produce en un momento en el que Biden busca reimpulsar su agenda, la cual se ha estancado en gran medida en el Congreso. Además, con las inminentes elecciones intermedias a finales de año, el presidente enfrenta un desafío que hasta ahora ha evitado casi por completo: llevar a Trump y a otros líderes republicanos a un choque de ideas más directo.

El jueves 6 de enero, Biden pronunció un feroz discurso en el que prometió que Trump respondería por sus actos y se comprometió a utilizar todos los poderes a su alcance para frenar a las fuerzas antidemocráticas desatadas por el presidente número 45. Fue el ejemplo más contundente, desde que Biden asumió el cargo, de su esfuerzo por contrastar a los dos partidos. Lamentó “la gran mentira contada por el expresidente y por muchos republicanos que temen su ira”.


Al día siguiente, aprovechó otra oportunidad para centrarse en las diferencias entre los dos partidos. Aplaudió la noticia de que la tasa de desempleo había caído al 3,9 por ciento. Biden predijo que los republicanos lo acusarían de no haber abordado los problemas económicos causados por el aumento de la inflación en los últimos meses.


“Tonterías”, dijo Biden. “Quieren minimizar la recuperación porque votaron en contra de la legislación que la hizo posible. Votaron contra los recortes fiscales para las familias de clase media. Votaron contra los fondos que necesitábamos para reabrir las escuelas, para mantener a los policías y bomberos en sus trabajos, para reducir las primas de los planes de atención médica”.


“Me niego a permitir que se interpongan en el camino de esta recuperación”, agregó. “Ahora mi enfoque está en mantener esta recuperación fuerte y constante, a pesar del obstruccionismo republicano”.

Para algunos aliados demócratas de Biden, el nuevo tono es un cambio que aprecian mucho más que la temática recurrente del primer año del presidente, en el que se centró con mayor frecuencia en su deseo de unificar el país y tuvo problemas para negociar con miembros de su propio partido.

Ahora, dicen, es hora de que Biden se concentre no solo en sus propios logros, sino también en la manera en que el Partido Republicano amenaza con revertir estos esfuerzos si regresa al poder en el Capitolio, algo que hasta el momento no ha sido una prioridad para su presidencia.


Los republicanos no le están huyendo a la pelea. Trump emitió una declaración en la que describió el discurso de Biden como “los últimos jadeos de una clase dominante política y mediática de izquierda, corrupta y desacreditada” y prometió luchar en las urnas electorales.

Hay mucho en juego. Biden y su partido corren el grave riesgo de perder su ya de por sí ajustada mayoría, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, durante las elecciones intermedias, un resultado que muy probablemente le quitaría al presidente y a su equipo cualquier esperanza real de conseguir un progreso significativo en el Congreso durante el resto de su periodo.
Y los obstáculos a superar son enormes.