PUNTA CANA. Si asumimos la comunicación de masas como un instrumento de lucha permanente contra los desatinos de una sociedad injusta, cambiante y compleja, lo mejor que nos puede pasar a todos es seguir elaborando mensajes verdaderamente constructivos, y hacer que lleguen a muchos. Mensajes que sean capaces de ayudar a la gente a pensar mejor.
Creo que debe ser este el objetivo fundamental de la comunicación social. Con la llegada del Internet, y de todas las herramientas comunicacionales que pone a nuestro alcance, se abren numerosas oportunidades de hacer cumplir este propósito esencial.
Los medios tradicionales de comunicación escrita afrontan momentos dificilísimos. La publicidad ya casi no alcanza para tantos, los altos costos de producción (cada vez más altos) y la tozudez de los periódicos y periodistas de seguir haciendo un periodismo soso, aburrido, repetitivo y poco creativo, son elementos que se conjugan para poner en cuenta regresiva el reloj del periodismo servido en papel.
Los escépticos pueden, si quieren, analizar la situación de los periódicos más importantes del mundo, como el New York Times y el Washington post, de Estados Unidos, Le Monde, de Francia, El Clarín, de Argentina y El Mundo, de España, para solo citar algunos. Todos, para poder sobrevivir, tuvieron que hacer cambios importantes en su estructura.
Entonces, ¿Cómo construir mensajes que motiven el pensamiento crítico, si a la vez planteamos que el periodismo de papel está en crisis? La respuesta podemos encontrarla, quizás, en la última parte de esta interrogante. Es el periodismo de papel. El que escasamente se vende al pregón y duerme extensos sueños en los kioscos de venta.
Es ese periodismo el que tiene el nicho preparado y sus funerales prepagos, aunque propietarios y gerentes de periódicos asuman esto como un presagio extemporáneo y exagerado. Lo que estoy diciendo es que el periódico de papel agoniza ante la mirada impotente de quienes no asimilaban esta posibilidad como una realidad latente. Amenazante.
¿Qué hacer, pues? Esta crisis real, no ideal, como interpretarían optimistas con glaucoma irreversible, nos coloca en una posición ventajosa frente al fenómeno de estos tiempos. Sí, el mismo que aludimos en el primer párrafo de esta reflexión: el Internet y su vasto universo de difusión de mensajes masivos. Es fabuloso esto que está sucediendo.
Ya para cuando desparezcan los mensajes masivos escritos en papel, el mundo entero tendrá a su alcance un sinfín de opciones para enterarse de todo cuanto ocurre a su alrededor y más allá de sus fronteras.
Los periódicos digitales son cien por ciento gratuitos. La publicidad es ganancia redonda. No hay inversión en tinta ni en papel. El personal se reduce a la mínima expresión y la prisa por salir primero adquiere otra connotación. El periodismo de papel agoniza. El mundo se expande.
La tecnología invade cada rincón del planeta y, lo mejor, está ahí, al alcance de todos. Sin costo alguno. Un solo click y tenemos el mundo ante nuestros ojos. En el mundo digital no existen barreras, clases sociales ni razas. La era del encubrimiento de informaciones valiosas y de interés social, es cosa del pasado.
Ya nadie podrá doblegar conciencias y obligar a la gente a consumir mensajes fraudulentos, maquillados e interesados. Hoy vemos pasar la manipulación cerebral por la acera de enfrente. Le decimos adiós a las cuartillas enajenantes y tramposas. Si no me lo dice el blog de mi amigo, entonces me entero entrando a mi cuenta de Facebook, Instagram Youtube, MySpace, Hi5 o Twitter. Asistimos a un fascinante cambio de cultura en la adquisición de conocimientos.
No podemos estar de espaldas a este acontecimiento sin precedentes en el mundo de la comunicación social. Así es que, a construir mensajes que ayuden a la gente a pensar mejor, como dije al principio, y difundámoslos por todas las vías y a la mayor cantidad de gente posibles.