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JAPÓN. Con un cierre vibrante, por demás emotivo, lleno de colorido y sentimientos encontrados, al cumplirse la misión de llevar el deporte a los niveles más altos en medio de una pandemia que aún castiga al mundo, pero con el privilegio de demostrar que todo se puede superar de la mano de la hermandad. Así fue como llegaron a su final los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
La ceremonia de clausura fue un agasajo en el Estadio Nacional y la primera bandera en aparecer fue la del país anfitrión, Japón, izándose con las notas de su himno nacional.
Le siguió el desfile de la paz, con la incorporación de todas y cada una de las banderas juntas, revueltas, todas ellas de la mano de alguno de los atletas de cada una de las naciones, dejando la competencia para las pistas, la cancha o la alberca, en una muestra más de la fraternidad que sólo puede provocar la justa veraniega.
Mayan Oliver lo hizo por México, Rebeca Andrade por Brasil, Argentina Solórzano por El Salvador y María José Mailliard apareció en la cancha por Chile, entre muchos más.
Vino entonces el desfile final de los atletas para encontrarse con las banderas, todos juntos, dejando atrás los bloques para protagonizar la fiesta de la clausura. Ingresaron por las cuatro esquinas del Estadio Nacional para colocarse dentro de la esfera formada por las banderas.
En total, 206 países disputaron la XXXII edición de los Juegos Olímpicos, con atletas que nos inspiraron y emocionaron, que nos hicieron vibrar con sus actuaciones y su inagotable esfuerzo. Ahí estaban algunos de ellos, sonrientes, bailando y disfrutando de la clausura. La mayoría con su celular en mano para inmortalizar el momento, otros con las medallas abrazadas a sus cuellos, felices por lo realizado y conseguido.
De pronto, todo quedó a oscuras. Las luces se apagaron para dar paso a un impresionante espectáculo de fuegos artificiales y luces, que terminaron por formar los aros olímpicos.
La música y el baile no podían faltar al ritmo de ska y de la canción Sukiyaki de Sakamoto, que es todo un clásico en el Lejano Oriente, además del ritmo del DJ Matsunaga. Todo mundo vibró cuando se escuchó el Himno de la Alegría de Beethoven; aplaudieron, se abrazaron y hasta brincaron.
Las luces volvieron a apagarse para dar paso a la Ceremonia de Amberes, se izó la bandera de Grecia y se entregaron las medallas de Maratón. Sí, las últimas preseas de Tokyo 2020 se dieron enfrente del resto de los atletas, en una ceremonia muy especial, dentro de la clausura, tanto de la rama femenil como varonil.
Llegó el momento de presenciar y admirar algunas danzas tradicionales con la finalidad de recordar a los que ya no están, en un sentido homenaje que terminó por darle paso al himno olímpico, dándose así la clausura oficial de los Juegos Olímpicos, pasándole Japón la estafeta a Francia, iluminándose el pebetero con los colores galos y la entonación de La Marsellesa, diciéndole así adiós a Tokyo 2020 para darle la bienvenida a… ¡Paris 2024!