La principal característica de una sociedad con vocación democrática es su marcada inclinación por la defensa inalienable del derecho a disentir y de expresión de sus ciudadanos.
En este contexto, donde se promueve la pluralidad y participación ciudadana inclusiva, los debates constituyen una herramienta efectiva para dirimir diferencias razonables, y una oportunidad formidable para aportar al diálogo constructivo sobre temas de interés o trascendencia nacional.
Sin embargo, no todos manejan el arte de debatir y defender puntos de vista sin incurrir en diatribas. Enarbolar ideas que contribuyan al debate concienzudo, sin apelar a pasiones y posturas interesadas o meramente subjetivas, no es siempre una cualidad de dominio común.
Y esto es más frecuente aún, cuando se pretende imponer posiciones recurriendo al control afectivo de las personas. El resultado funesto del convencimiento basado en la manipulación, el chantaje emocional y la mentira, es la reafirmación de opiniones no sometidas al razonamiento lógico y crítico.
Esta reflexión encuentra justificación en la forma en que determinados sectores intentan convencer a la opinión pública de la construcción de un nuevo aeropuerto en la zona turística de Verón-Punta Cana.
Con gran pesar, la población dominicana ha sido testigo involuntaria de toda suerte de inventivas y verdades retorcidas, sobre un asunto eminentemente técnico que se enmarca en la necesaria comprensión del complejo campo académico de la aeronáutica civil.
Actualmente, esta obra se encuentra paralizada por recomendación de verdaderos expertos en la supervisión y control de la aviación civil, obviamente facultados por la autoridad que le confiere el Estado dominicano y sus leyes.
Pero inexplicablemente, en desmedro de lo que pudo ser un debate fructífero con un mayor nivel de exposición, los propulsores del referido proyecto mudaron el debate a un terreno escabroso en el que abundan los opinantes alegres, insultantes, y para colmo de males, rabiosos e intolerantes.
En medio de este escenario creado con calculada premeditación, las implicaciones objetivas de dos aeropuertos situados a poquísima distancia quedan relegadas a un segundo plano.
Desafortunadamente, el discurso violento y enajenante articulado por un sector sin medir consecuencias, prevalece como cortina de humo que impide a unos pocos entender las razones incuestionables de la inviabilidad de este proyecto.