Un festival de muertes absurdas

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Cada historia de personas que mueren por haber ingerido bebidas alcohólicas adulteradas, además de alarmante despierta una y mil interrogantes. ¿Cómo se explica que en tan solo una semana se cuenten hasta más de 20 decesos por esta causa? ¿Por qué las autoridades no han sido capaces de frenar una práctica ilegal que atenta contra la salud de la población?

Aunque el tema se pone en palestra en función de su gravedad, el consumo de clerén y bebidas mezcladas con metanol, elaboradas de manera artesanal y con ingredientes no controlados por el Ministerio de Salud Pública, data ya de varias décadas en República Dominicana.

Cientos de personas, generalmente hombres, han perdido sus vidas por este motivo sin que ningún gobierno haya encarado, con la seriedad que amerita, la producción casera de esas bebidas. Las muertes de este tipo ocuparon recientemente un espacio importante en las estadísticas oficiales sobre el balance final de Semana Santa, con 12 defunciones técnicamente declaradas por ingesta de clerén.

En abril del pasado año, cuando lidiábamos con los primeros brotes del covid-19, el Ministerio de Salud Pública tuvo que emplearse a fondo para atender de manera urgente decenas de casos de intoxicación por metanol. En esa ocasión, más del 50 por ciento de las 32 provincias que conforman la geografía nacional se vio envuelto en esta emergencia.

Para entonces, se identificaron 369 casos, incluidas 227 (62%) defunciones, de los cuales 323 (88%) eran hombres. Y aunque se realizaron acciones focalizadas de decomiso y eliminación de fábricas clandestinas con inadecuados métodos de fabricación, conservación y venta de ese producto, no ha habido forma alguna de contener un delito convertido en un complicado e imbatible rompecabezas.

Cuando se cierran diez o 20 fábricas de estas bebidas, en algún lugar del país se abren otras más que duplican esa cantidad. Esos negocios tienen la particularidad de que ofrecen sus mercancías a un costo comparativamente bajo, a un público generalmente de escasos recursos económicos. Por esta razón, no es casual que quienes mueran sean pobladores de barrios pobres y marginados. Esperemos que este festival de muertes absurdas se detenga cuanto antes.