sábado, noviembre 23, 2024
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Editorial: La Policía que queremos

VERÓN.- La muerte a tiros de los esposos Elisa Muñoz y Joel Díaz, en un incidente ocurrido en Villa Altagracia, revivió el eterno debate sobre la necesidad de someter a la Policía Nacional a un proceso profundo de transformación.

El presidente Luis Abinader, motivado por el impacto social que provocó ese doble homicidio, también se refirió al tema de la reforma policial, un propósito que busca conciliar las funciones inherentes al cuerpo del orden público con las exigencias sociales que demandan mayores niveles de seguridad ciudadana. La

desdicha de esta pareja cristiana no debió, sin embargo, ser pretexto para aludir esta iniciativa cual si fuese una inquietud novedosa de la sociedad dominicana. La reforma policial es una discusión que se ha hecho vieja con el paso de los años. Lo que en la práctica vemos es que cada gobierno improvisa respuestas coyunturales frente a la percepción de inseguridad que generan los altos índices de delincuencia y criminalidad.

Desde el 2005, cuando el ex presidente Leonel Fernández puso en marcha el Plan de Seguridad Democrática, con el programa preventivo “Barrio Seguro” como punta de lanza, son ya varios los intentos que se han hecho para tener una Policía moderna, capacitada y con una visión sistémica del concepto de seguridad ciudadana.

Desafortunadamente, como Estado no hemos sido capaces de consensuar un documento contentivo de los puntos claves para una reforma policial práctica y efectiva, pensada por verdaderos expertos en materia de seguridad pública.

Esta reforma policial es urgente y necesaria, y debe contraponerse a las actuaciones reaccionarias tan propias de tomadores de decisiones al más alto nivel político, siempre que surgen situaciones lamentables e irreversibles como el deceso fatal de esas dos personas.

En las gestiones para transformar nuestra Policía Nacional no podemos tampoco cometer el error básico de entender que las inconductas, excesos y violación de sus propias normas institucionales, representan en sí mismos el único mal de fondo de la inseguridad ciudadana. Apostamos, pues, a una reforma integral que priorice la consolidación del modelo educativo policial desde diferentes perspectivas. Así, tendremos la Policía que queremos, profesionalizada y cercana a la comunidad.