Punta Cana.- Cada noticia, dato o suceso vinculado con la crisis sanitaria que vivimos a causa del covid-19 nos recuerda una verdad difícil de rebatir: el mundo no estaba preparado para resistir los efectos de una pandemia tan agresiva y descomunal como esta que nos aturde.
Los gobiernos en todo el planeta hacen inmensos esfuerzos para no desmayar en esta lucha que se torna desigual, hasta que las vacunas identificadas como posibles remedios no sean masivamente comercializadas.
República Dominicana no es un caso excepcional entre las naciones que experimentan momentos cruciales frente a esta pandemia. Estrenamos unas autoridades gubernamentales escogidas y juramentadas en plena crisis, lo que debió ser motivo especial para que la ciudadanía asumiera un compromiso cívico frente a esta pandemia que trascienda toda prédica o sectarismo político. Sin embargo, no ha sido así.
Como Estado, no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo sobre cuáles son las acciones que más convienen para avanzar en esta batalla campal contra el covid-19. El Gobierno luce a merced de una sociedad dividida y cuyos reclamos no siempre responden a la realidad que enfrentamos.
Cada sector pide en virtud de intereses particulares, sin pensar en las consecuencias colectivas que puedan desprenderse de adoptar decisiones desatinadas. Quienes exigen reapertura priorizan la necesidad de mantener a flote sus negocios, de por sí bastante afectados por las secuelas de la pandemia.
En el otro extremo, están aquellos que cuestionan que el factor económico se coloque por encima de la salud de millones de personas. Un tercer grupo está justo en el centro de ambas posturas, sin apoyar ni refutar, pero más inclinado a que se le ponga fin al largo confinamiento que insta a gran parte de la población a quedarse en casa y salir solo para obligaciones impostergables.
Es evidente lo complejo que ha sido para las autoridades pretender medidas que satisfagan a los diferentes sectores que convergen en nuestra sociedad.
Y si esta idea se inscribe en un nuevo estilo de gobernar, más equivocadas no pueden estar, porque dejar a todos contentos es simplemente imposible. El Gobierno debe sacudirse y salir pronto de esta peligrosa encrucijada.