Punta Cana, RD.- Durante el gobierno del ex presidente Hipólito Mejía (2000-2004) los periodistas asig-nados al Palacio Nacional tuvieron una de sus peores experiencias en su sagrada misión de informar.
Fueron cuatro años de frecuentes encontronazos con un jefe de Estado que obstaculizó siempre el trabajo de los reporteros palaciegos, algunas veces refiriéndose a ellos de forma despectiva o menospreciando su trabajo.
Y muchísimas veces, respondiendo preguntas de los periodistas en tono jocoso y burlónaunque deliberadamente evasivo cuando se trataba de cuestionamientos a disposiciones y
acciones de su gestión ampliamente cuestionadas por la opinión pública nacional.
Las diligencias de directivos de los principales medios de comunicación de poco o nada sirvieron para que Hipólito Mejía depusiera su comportamiento
controversial frente a la prensa, tan fundamental en la preservación y defensa del orden democrático.
No pasaba un día sin que esta conducta reprochable del ex primer mandatario (que luego se hizo extensiva a otros funcio-narios de primera línea) fuera
fustigada por notas editoriales de influyentes periódicos o por críticos comentarios de conductores de espacios radiales y televisivos.
La mala fama de Hipólito Mejía, por su engorrosa y conflictiva relación con la prensa, cruzó inclusive nuestras fronteras, con episodios de acalorada confrontación del ex presidente y
periodistas extranjeros.
Actualmente, los periodistas que ahora siguen los pasos del presidente Luis Abinader se quejan de que el mandatario ni su gabinete mantienen una comunicación abierta, fluida y ágil con ellos. Esta actitud impide, obviamente, que los reporteros puedan ejercer un trabajo eficiente y sin ningún tipo de tra-
bas.
Un reclamo recurrente de los periodistas, es que casi nunca se enteran de manera oficial de la agenda que desarrollará el gobernante, lo que también imposibilita el hacer fiel seguimiento a sus obligaciones cotidianas.
En esos mismos términos se expresan los periodistas de funcionarios que ocupan posiciones importantes, quienes al igual que el presidente están
constitucionalmente obligados a garantizar el derecho de los ciudadanos a estar debidamente informados.
Luis Abinader tiene el compromiso de revertir sin demora esta situación. De no corregirla a tiempo, podrían repetirse errores de un pasado de infeliz recordación en la ineludible y necesaria relación gobierno-medios de comunicación.