REPENSANDO EL FUTURO/ Trump, una realidad, ¿y por muchos años?…

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Andrés van der Horst.
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Andrés van der Horst / andresvander@gmail.com 

Contra toda voluntad, pronóstico, deseo; contra toda racionalidad política y cubierto de un uniforme de norteamericano puro, Donald Trump, a sus 70 años, acaba de ser electo como el presidente número 45 de Estados Unidos. Nunca dejó de llevar la bandera de su nación en su solapa de color azul añil, como tampoco dejó de usar ni su corbata roja ni su camisa blanca; era evidente su enfoque en enviar un mensaje político consistente y claro.

Luego que prácticamente todo el hemisferio americano estuviera en vela y que el mundo apenas comenzara a superar aquella inolvidable noche del 8 de noviembre, vimos aparecer a otro Trump, rodeado de su gran familia y con su uniforme de siempre de puro gringo. En ese momento los mercados de capitales comenzaban a enviar malas señales en las transacciones financieras de otras naciones.

El Trump de ahora iba calmado, como aquél que de manera paciente espera una ocasión por muchos años, y pronunció un discurso de hombre maduro, de visión, sosegado, y de conciliación y de reconocimiento a su aguerrida rival Hillary Clinton. En ella reconocía y reivindicaba las virtudes que el pueblo norteamericano no había reconocido, y enviaba un mensaje propio de quien será el presidente del país más poderoso del mundo y el único imperio político existente.

Luego, las bolsas comenzaron a reaccionar de manera positiva y al día siguiente Wall Street le daba la bienvenida.

Creo que Estados Unidos, el mundo y, sobre todo, República Dominicana, de manera particular La Altagracia, con Clinton tenía más garantías de cambios para mejor. Lo sustento en su experiencia acumulada y su condición de mujer. En más de una ocasión me tocó trabajar con ella, de manera directa, cuando se desempeñaba como Secretaria de Estado de Estados Unidos.

No obstante, la realidad ya es otra. Hay que reconocer que Trump, con sus palabras, estaba claro en que una cosa es ser el candidato y ganar las elecciones -en las que una gran población no se siente representada, y otra cosa es ser el presidente de Estados Unidos. En otras palabras, ganar con guitarra y gobernar con violín.

Ahora se trata de aguardar a que imperen las instituciones del Norte, las cuales, desde su fundación a finales del Siglo 18, han sido los pilares de esa gran nación. Esperar a que ese discurso sea la tónica de un hombre súper-alfa, lleno de ego y vanidad, de gran habilidad para los negocios y, por los resultados de las elecciones de Norteamérica, también para la política.