Sonia Castillo / scastillo2502@gmail.com
Luego de la terrible masacre en Orlando que dejó un saldo de 50 muertos y más de 50 heridos, la opinión se ha dividido. Y la razón de esto es que los afectados directos fueron personas pertenecientes a la comunidad LGBT, una minoría en constante lucha por la igualdad. De un lado están los de corazón frio, que guiados por la ceguera espiritual celebran lo sucedido. Y están los de corazón ardiente que por otro lado lamentan la tragedia que apagó la luz de varios jóvenes, incluyendo dominicanos.
Si nos ponemos a analizar lo sucedido, se refleja de manera sutil el monstruo de la discriminación. Si, un monstruo que algunas veces quiere disimularse, pero que se esconde detrás de las sombras de la multitud, y su respiro sigue latente en las entrañas de nuestra sociedad. Independientemente de la preferencia sexual de quienes fueron víctimas de esta gran tragedia, debemos recordar que estamos hablando de seres humanos.
Gente con familias, trabajos, pasatiempos, sueños e ilusiones, cuyas vidas fueron arrancadas por las balas de un arma de guerra. Arma que fue maniobrada por las manos de un hombre que mata por convicción y sus actos se fundamentan en el odio y el terror.
En vez de utilizar estas traedias para condenar, juzgar y discriminar a una minoría; vamos a utilizarlas para evaluar nuestra sociedad. Sociedad que hoy en día esta tristementen embriagada de odio.
En este momento lo que el mundo necesita es personas que regalen menos odio y más amor. Pero amor de verdad, no esa historia barata que nos venden las novelas. El tipo de amor al que yo me refiero es ese amor universal.
El amor que se practica día a día. El amor que todos tenemos la capacidad de dar. El amor que no espera nada a cambio y que no ruega atención. Simplemente esa fuerza que nos mueve a hacer el bien.
En Orlando no murieron homosexuales, en Orlando murieron seres humanos, y su muerte es efecto de una sociedad podrida por el odio. Recuerda mis palabras: menos odio, más amor.