Las personas diagnosticadas con VIH enfrentan un camino lleno de desafíos sociales y de salud. Viven con el peso de un estigma que no solo afecta su bienestar físico, sino también su salud mental y emocional.
En nuestra sociedad, a menudo se les mira con desdén y miedo, lo que agrava su sufrimiento y limita sus oportunidades de reintegrarse a la vida cotidiana. La falta de información y comprensión sobre el VIH perpetúa la discriminación, creando un ambiente hostil para quienes viven con el virus. Una joven de 20 años que decidió compartir su historia con nuestro semanario El Tiempo personifica esta lucha.
Proveniente de una familia cristiana y honesta, esta chica disfrutó de una infancia plena y se graduó con honores en la secundaria. Con sueños de avanzar en su educación, llegó a Santo Domingo para inscribirse en la universidad). Sin embargo, su vida dio un giro inesperado tras ser diagnosticada con VIH, sintiendo que sus sueños se desmoronaban.
La joven relata su historia con valentía, desde el inicio de una relación que parecía prometedora hasta el momento devastador en que se enteró de su diagnóstico.
A pesar del dolor y la confusión, ella encontró apoyo en profesionales de la salud y, lo más importante, en su familia. Sin embargo, su experiencia refleja el profundo estigma que enfrentan las personas con VIH.
El miedo al rechazo la acompaña a diario, dificultando su reintegración en la sociedad. Es necesario que terminemos con esta mala práctica de discriminar a quienes viven con esta enfermedad.