Confidencialidad médica
La relación entre el periodismo y la discrecionalidad en los hospitales es un terreno delicado, en especial cuando se trata de centros de salud que reciben casos de gran interés público. En situaciones de emergencia, como un accidente de tránsito, por ejemplo, es natural que la prensa busque obtener detalles sobre los afectados.
Datos como nombres, lugar de origen o nacionalidad o el estado de salud de los pacientes, son informaciones que despiertan el interés informativo. Sin embargo, este interés choca de frente con el principio fundamental de la privacidad médica. Los hospitales, por su propia naturaleza, no sólo están llamados a ofrecer atención sanitaria, sino a garantizar que los derechos de los pacientes se respeten en todo momento. La confidencialidad médica es también una cuestión de seguridad.
Revelar detalles personales, especialmente sin el consentimiento del paciente, puede tener consecuencias graves, desde violaciones a la dignidad humana hasta riesgos a su seguridad física. De este tema conversaba hace poco con un alto directivo del Hospital IMG, en Punta Cana, quien me explicaba cómo este centro ejerce de manera ejemplar el criterio de no divulgar informaciones privadas de sus pacientes.
Así debe ser. La decisión de mantener la confidencialidad de los pacientes, incluso cuando se trate de figuras públicas o eventos de gran interés noticioso, es una expresión de responsabilidad profesional. El respeto al espacio personal y el bienestar de aquellos que ya se encuentran en situaciones de vulnerabilidad debe primar por encima de cualquier otro interés.
En una era donde la información fluye muy veloz, y en muchas ocasiones sin filtro, los periodistas debemos ser conscientes de los límites éticos de nuestra labor. El deber de informar no puede ni debe justificar la invasión de la privacidad de los pacientes