PUNTA CANA, RD. Una vez más, la Semana Santa dejó un triste recuento de tragedias. Este año, el país perdió a 30 de sus ciudadanos, la mayoría de ellos jóvenes. Casi todos murieron en accidentes de tránsito. Sin embargo, lo que más duele no son sólo las vidas perdidas, sino la evidente irresponsabilidad que las ha causado.
A pesar de los llamados de orientación y el despliegue masivo de guardias, policías y voluntarios socorristas, la imprudencia reinó en las carreteras. Es como si el sentido común quedara eclipsado por el deseo de disfrutar al máximo de unos días de descanso. Los accidentes fueron, en su mayoría, producto de excesos de velocidad y comportamientos irracionales al volante, a menudo exacerbados por el consumo de alcohol.
¿Por qué la gente continúa arriesgando sus vidas de forma tan facilona? ¿Falta de conciencia sobre los peligros del exceso de velocidad y conducir bajo los efectos del alcohol? ¿O simplemente una actitud de indiferencia hacia las normas de seguridad vial? También es importante considerar el papel de la educación. ¿Se está haciendo lo suficiente para concienciar a la población sobre la actuación imprudente en las carreteras? ¿Se están implementando medidas efectivas para disuadir a los conductores de tomar decisiones temerarias?
La respuesta a estas preguntas no es simple, pero una cosa es clara: la responsabilidad recae tanto en los individuos como en la sociedad. Todos tenemos un papel que desempeñar en la prevención de tragedias como las que hemos presenciado durante esta Semana Santa. No podemos permitir que unas vacaciones se conviertan en una pesadilla para tantas familias. Es necesario un cambio de actitud, tanto a nivel personal como colectivo, si queremos evitar que estas tragedias se repitan en el futuro.