Los huracanes y lluvias persistentes de los últimos años han afectado seriamente las estructuras de transporte y conexión a nivel nacional. Los puentes, avenidas y carreteras, vitales para la movilidad, figuran entre los más impactados.
La respuesta inicial del gobierno ha sido decisiva, pero debe ir acompañada de una estrategia a largo plazo. La Comisión para la Supervisión de Infraestructuras frente al Cambio Climático es un paso adelante. Su enfoque en evaluar puentes, carreteras y edificaciones en terrenos susceptibles a desastres, es fundamental. Sin embargo, cobra sentido de urgencia abordar dos aspectos muy básicos e ineludibles: la inspección de los puentes existentes y la planificación para futuras construcciones.
La inspección debe ser rigurosa, considerando la vida útil de las estructuras y su capacidad para resistir eventos extremos. Además, la planificación de nuevas infraestructuras debe priorizar la resiliencia y adaptación al cambio climático.
La inversión en reconstrucción y fortalecimiento de puentes y carreteras debe ser sostenida y estratégica. Si bien los recursos asignados son significativos, la supervisión y ejecución deben ser minuciosas para garantizar la eficiencia y durabilidad de las obras.
No podemos permitirnos improvisaciones ante la creciente frecuencia e intensidad de fenómenos naturales, como grandes inundaciones derivadas de prolongados aguaceros. La revisión exhaustiva de las infraestructuras de transporte, particularmente los puentes, es fundamental para proteger vidas y garantizar la continuidad de las actividades cotidianas frente a futuros desastres. La experiencia nos ha enseñado que la prevención es la mejor estrategia. La inversión temprana en infraestructuras resistentes y adaptativas es un seguro para el futuro.