A pesar de los avances en la democracia dominicana, la asignación de candidaturas para cargos electivos suele verse empañada por cuestiones fundamentales sobre la equidad en el proceso de selección de los aspirantes.
Uno de los aspectos más controvertidos es la implementación de cuotas de género para promover la participación de la mujer en la política. Si bien es plausible buscar mayor igualdad en la toma de decisiones, el enfoque en las cuotas plantea preguntas importantes sobre su efectividad y el impacto real en la representación de la mujer.
¿No deberíamos avanzar hacia una sociedad en la que las mujeres compitan en igualdad de condiciones con los hombres? Al hacerlas dependientes de una cuota, los propios partidos fortalecen la idea de que las mujeres necesitan un trato especial para lograr el éxito político.
El argumento central en contra de las cuotas es que, en muchas ocasiones, candidatos que han obtenido suficientes votos para asegurar su lugar en la boleta de sus partidos, se ven desplazados a favor de candidaturas femeninas simplemente para cumplir con las cuotas de género.
Esto también obliga una pregunta elemental: ¿qué es más importante, la asignación por género o la elección genuina y mayoritaria de los ciudadanos? La respuesta debería ser clara, y es que la voluntad de los votantes tiene que prevalecer por encima de cualquier otro mecanismo.
En este escenario, la participación de las mujeres debe entonces fomentarse de manera más integral, tomando en cuenta sus méritos, capacidades y el trabajo de campo con las bases del partido para consolidar sus propios liderazgos.