Como cada año, el inicio de la Semana Santa se caracteriza por el despliegue de una gran cantidad de voluntarios que participan en el operativo preventivo para evitar que las tragedias se multipliquen por mucho durante este asueto.
La comunidad religiosa recuerda la muerte y crucifixión de Jesús, el hijo de Dios para los fíeles creyentes del cristianismo. De forma paralela, cientos de miles de personas se movilizan en distintas puntos del país, para celebrar de un modo diametralmente opuesto a como lo hace la Iglesia.
Con especial énfasis en esos ciudadanos, que aprovechan estas vacaciones para organizar
fiestas, a veces fuera de control, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) pone todo su empeño en aras de contrarrestar y atender las secuelas resultantes de esos festejos.
Por esta razón, la Semana Santa es centro de atención de las autoridades, porque las actividades festivas son más frecuentes que en cualquier otra época del año. Y también son más habituales las muertes por accidentes de tránsito, ahogamientos y los conflictos ocurridos en balnearios y centros de diversión.
La democracia ampara la facultad de cada ciudadano a tomar las decisiones que más convengan a su vida. Y por eso a nadie se puede obligar a pasar estos días reflexionando sobre el significado espiritual de la Semana Santa.
Pero de igual manera, nadie tiene derecho a perturbar el orden público ni con sus acciones afectar la vida de otras personas. Practiquemos la prudencia y pensemos más en el prójimo, que eso nada nos cuesta. Solo un poco de voluntad y sentido común.