Tomo la palabra

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Pérdida de tiempo

Danilo Cruz Pichardo

danilocruzpichardo@gmail.com

El presidente de la República inició un diálogo con líderes de diferentes organizaciones políticas, con la finalidad de analizar la problemática haitiana, la cual sería dividida en política exterior, control fronterizo, política migratoria y los efectos de la crisis del vecino país. Para cada uno de esos temas se crearía una comisión, que lo estudiaría y rendiría informe.

Desde la óptica del suscrito el Gobierno lo que procura es ganar tiempo, que lleguen las elecciones y a fin de cuentas no hacer nada. La experiencia indica que desde Gobierno cuando se siente incapacidad para enfrentar eficazmente y darle solución a un problema se apela al diálogo y a la formación de comisión o comisiones. Algo similar se hizo con la reforma policial: se formó comisión, se invirtió tiempo, recursos estatales y la institución que está para garantizar seguridad ciudadana sigue igual, quizás peor.

Luis Abinader le presentó al electorado, en la campaña electoral pasada, un programa de gobierno que contiene hermosas propuestas con sus respectivas soluciones tanto para la seguridad ciudadana como para la problemática haitiana. Desde el 16 de agosto de 2020 lo que tenía era que aplicar sus planteamientos. Para eso se le escogió. No está demás que escuche, pero a él es que le corresponde gobernar.

Sin embargo, camino a los tres años de gobierno el jefe de Estado pretende delegar en comisiones, escurrir el bulto y ganar tiempo. Recuerdo que Balaguer, a quien no suelo poner de referente, decía que las comisiones nunca funcionan. “Si usted quiere que algo no llegue a ningún sitio designe una comisión”, decía el experimentado político. Y en efecto eso es lo que busca Luis Abinader.

Abinader está consciente que el tema más difícil de enfrentar es el haitiano. Cualquier presidente estaría como la arepa: candela arriba y abajo. Arriba tiene la presión foránea de los Estados Unidos, demás potencias y organismos internacionales. Y abajo tiene la presión nacional, de una sociedad que siente el peso económico de la presencia de más de dos millones de nacionales del vecino país. Y con la agravante de que en un futuro nuestra soberanía podría colapsar.

Naturalmente, esos líderes que asisten a esa charlatanería están conscientes de la estrategia gubernamental, pero algunos aprovechan el escenario para figurear, exhibir discursos, ponerse donde el capitán los vea y no faltan los que pasan papelitos con disimulo, expresando: “Señor presidente lo felicito por su excelente gestión, usted es un gran estadista, sería un honor formar parte de su gobierno y luchar incansablemente por su reelección”.