PUNTA CANA. Cada año se destruyen unos 10 millones de hectáreas de bosques, una superficie superior al tamaño de Portugal y equivalente al de Islandia, según la ONU, que apunta a esta «alarmante» deforestación mundial, junto con la agricultura y otros cambios en el uso de la tierra, como responsable del 25 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Según el último informe del Programa ONU-REDD, el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA-CMVC) y la iniciativa Green Gigaton Challenge (GGC, «desafío de la gigatonelada verde»), el mundo no está en vías de lograr los objetivos forestales de poner fin e invertir la deforestación para el año 2030, una aspiración fundamental para avanzar hacia el objetivo del Acuerdo de París de 1,5°C.
En el informe se concluye que, para que los objetivos de 2030 sean factibles, se debe alcanzar el hito del equivalente a una gigatonelada en emisiones revertidas por los bosques a más tardar en 2025.
Precisamente la defensa climática en general y revertir la deforestación de la Amazonía en particular fue una de las banderas de la campaña que llevó al poder al nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que planea convocar este mismo año una cumbre con los presidentes de los once países que comparten el mayor pulmón vegetal del planeta.
Su compromiso es restablecer medidas de combate contra la deforestación de la Amazonía abandonadas por su antecesor en el cargo, Jair Bolsonaro, durante cuyo mandato la destrucción forestal aumentó casi un 60 %, con un promedio de área devastada de 11.396 kilómetros cuadrados al año.
Entre las causas de la deforestación están los incendios forestales, que además de destruir los bosques y la biodiversidad, liberan a la atmósfera grandes cantidades de CO2.
A modo de ejemplo, en 2022 se quemaron en la UE unas 786.000 hectáreas forestales, el 39 % de ellas en España, y se liberaron a la atmósfera 28 millones de toneladas de CO2. Cifras similares a las de otras partes del planeta en un año especialmente virulento: los focos de fuegos a comienzo de 2022 en la provincia argentina de Corrientes, en el nordeste, arrasaron 785.000 hectáreas, y en Bolivia ardieron 854.724 hectáreas sólo hasta septiembre.
Con ese escenario, la ONU considera que limitar el aumento de la temperatura global promedio a 1,5 °C será imposible si los bosques no tienen un papel importante, tanto por las reducciones masivas de emisiones que se pueden lograr al poner fin a la deforestación como por el carbono adicional que se puede secuestrar a través de una mejor gestión forestal y reforestación.
Sus cálculos señalan que la eliminación de las emisiones de la deforestación y el aumento de las absorciones de carbono mediante la promoción de la regeneración de los bosques y la restauración del paisaje podrían reducir las emisiones netas globales hasta en un 30 % y, durante la próxima década, los bosques podrían proporcionar hasta el 50 % de la mitigación rentable disponible.
Queda lejos ese objetivo, sin embargo, teniendo en cuenta que cada año se destruyen entre unos 10 millones de hectáreas de bosques, una deforestación que es responsable de aproximadamente el 25 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero junto con la agricultura y otros cambios en el uso de la tierra.
«La deforestación y la degradación de la tierra también socavan los esfuerzos para generar resiliencia a los impactos climáticos y amenazan a las comunidades que habitan en los bosques», lamenta la ONU.
Alrededor del 70 % de la destrucción forestal tropical se genera por la producción de productos básicos agrícolas, incluidos el aceite de palma, la carne de res, la soja, la madera y la pulpa y el papel, precisa la ONU, en cuya opinión detener esa tendencia requiere desvincular la producción de materias primas de la deforestación.
Fuente EFE