Del amplio abanico de desafíos que afrontamos los dominicanos, hay uno que por sus características merece una atención especial, porque tiene serias implicaciones para el sistema nacional de seguridad pública.
Hablamos de aquellas personas que un día salieron de sus casas, y sin que nadie sepa las razones desaparecieron y nunca más regresaron.
Hace años que las personas desaparecidas en República Dominicana pasaron de ser casos aislados a convertirse en un problema social de grandes dimensiones, porque involucra a ciudadanos de todas las edades y sexos.
Las denuncias mediáticas de este tipo son cada vez más frecuentes. Sin embargo, el papel de los medios de comunicación se limita solo a publicar fotos y datos puntuales que ayuden a identificar a los desaparecidos.
La Policía Nacional es la que debe activar sus estrategias de búsqueda para dar con el paradero de esos ciudadanos, muchos de los cuales aparecen sanos y salvos, para felicidad y tranquilidad de sus parientes.
Otros no tienen la misma suerte y son encontrados sin vida, o simplemente no aparecieron. Los que conforman este último grupo se vuelven cada vez más numerosos, y su ausencia inexplicable aumenta sobremanera la angustia y frustración de familiares y amigos.
¿Qué hay detrás de estas desapariciones? ¿Traficantes de personas o de órganos humanos, como también se especula? ¿Muertes por encargo? ¿O son el doloroso resultado de trastornos mentales de las víctimas?
Más preguntas que respuestas, este es el denominador común del velo de misterio que envuelve la desaparición de personas en nuestro país.